Los médicos y el personal de enfermería con máscaras quirúrgicas y guantes entran y salen de las habitaciones del hospital. Están trabajando las 24 horas para registrar y revisar los síntomas de pacientes que llenan todos los espacios disponibles en los pasillos del hospital.

Moheyman Alkhatavi (24) usa un hisopo largo con punta de algodón para recolectar muestras de células de la nariz de un frágil adulto mayor. “Cuando administro la prueba de COVID-19, rezo y espero que resulte negativa”, dice el joven, hablando al comienzo de un turno nocturno de 12 horas. “La parte más difícil de mi trabajo es informar a las familias que sus seres queridos podrían no llegar al final de la semana”, confiesa. Moheyman es un refugiado iraquí que trabaja como enfermero en la sala de pacientes hospitalizados del Hospital Taleghani en Abadán, una ciudad en Khuzestan, la provincia más al sudoeste de la República Islámica de Irán. El joven es parte de un equipo de enfermeros dedicados que monitorean a unos 50 nuevos pacientes ingresados ​​en la unidad de cuarentena del hospital cada semana mientras esperan los resultados de sus pruebas. Comprueba constantemente la respiración y otros síntomas de su paciente, haciendo todo lo posible para asegurar los medicamentos que necesitan para controlar su dolor. “Todos tenemos miedo, pero elijo también tener esperanza. Todos los días comienzo mi turno con la esperanza de que todo el equipo de protección personal requerido esté disponible, pero pongo a mis pacientes primero”, comenta el enfermero. Y agrega: “Tuvimos dos pacientes que dieron positivo pero se recuperaron. Este es un pequeño rayo de luz en un momento tan estresante”.

Moheyman nació en Ahwaz, Irán, después de que su padre huyera de la ciudad de Ammareh en la provincia de Maysan, en el sureste de Irak, hace unos cuarenta años, debido a la inseguridad. Después de terminar la escuela secundaria, pudo obtener un título universitario en enfermería a través del programa de becas DAFI del ACNUR, financiado principalmente por el Gobierno alemán.

El enfermero cuenta que se siente orgulloso de poder ayudar tanto a las personas de la comunidad de acogida como a otros refugiados durante la emergencia de salud pública que ha afectado al país. «Recuerdo que la gente me decía que, como era un refugiado, no debía soñar con ir a la universidad y, en cambio, centrarme en aprender un oficio más fácil”, dice. “Pero quería marcar la diferencia en la vida de las personas”, reflexiona.

«La gente me decía que, como era un refugiado, no debía soñar con ir a la universidad. Pero quería marcar la diferencia en la vida de las personas”, sostiene firme el enfermero.

Las necesidades frente a la pandemia

En Irán hay cerca de un millón de refugiados, principalmente de Afganistán y de Irak. Desde el inicio de la pandemia, el Gobierno de Irán ha hecho todo lo posible para garantizar que todas las personas refugiadas tengan acceso a los mismos servicios de salud que los iraníes, de modo que estén completamente incluidos en la respuesta nacional para el COVID-19.

Con más del 80 por ciento de la población refugiada del mundo viviendo en países de ingresos bajos a medianos, muchos de los cuales tienen sistemas de atención médica más débiles, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, está priorizando las medidas para prevenir posibles brotes que ejercerían una presión extraordinaria sobre los servicios de salud locales ya frágiles.

Para apoyar al Gobierno de Irán a abordar la escasez crítica en el sistema de atención de salud del país, a finales de marzo, ACNUR transportó por aire unas 4,4 toneladas de artículos de ayuda médica, incluidos medicamentos para respaldar la respuesta para el COVID-19.

“Como la pandemia de COVID-19 amenaza con ejercer una presión sin precedentes sobre las instalaciones médicas en Irán que ya estaban bajo presión debido a sanciones económicas, es nuestro deber hacer todo lo posible para apoyar los esfuerzos del Gobierno de Irán, que no escatima gastos para proteger a los iraníes y a los refugiados por igual”, dijo Ivo Freijsen, Representante del ACNUR en Irán. Además, ACNUR continúa trabajando estrechamente con su contraparte gubernamental, la Oficina de Asuntos de Extranjeros e Inmigrantes, el Ministerio de Salud y Educación Médica, otras Agencias de la ONU, incluida la Organización Mundial de la Salud, y ONG nacionales e internacionales socias para crear conciencia sobre las medidas de prevención clave entre refugiados y comunidades de acogida.

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El 26 de marzo, ACNUR solicitó 255 millones de dólares como parte del llamamiento más amplio de la ONU, para impulsar las actividades de preparación, prevención y respuesta para abordar las necesidades inmediatas de salud pública de los refugiados y las comunidades de acogida provocadas por la propagación del COVID-19 en todo el mundo.

En Irán, ACNUR necesita 10,76 millones de dólares para sus medidas de emergencia ante el COVID-19, así como para apoyar al sistema nacional de atención médica, para que los profesionales médicos como Moheyman puedan brindar atención médica de calidad a refugiados e iraníes por igual.

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