AL FINAL DE UN LARGO TURNO, UNA VEZ QUE EL ÁREA DE ESPERA SE HA VACIADO DE SU FLUJO DE PACIENTES Y LAS SALAS DE CONSULTA HAN SIDO DESINFECTADAS, LA DOCTORA FEZZEH HOSSEINI REGRESA A SU ESCRITORIO PARA RECUPERAR EL ALIENTO ANTES DE COMENZAR LA SEGUNDA PARTE DE SU JORNADA LABORAL.

Fezzeh, una refugiada afgana de 38 años, fue nombrada recientemente para dirigir el programa de divulgación pública sobre el coronavirus en la provincia central de Esfahan de la República Islámica de Irán. Además de sus deberes habituales como jefa médica en el centro de salud Razi en Khomeini-Shahr, un área de Esfahan, ahora brinda consultas telefónicas a pacientes iraníes y afganos que sufren o corren el riesgo de contraer el virus. Durante meses, se ha quedado mucho más allá del horario de apertura con su equipo de cinco médicos para hacer llamadas telefónicas a unas 200 familias cada noche.

“El coronavirus me hizo sentir impotente, como otros médicos de todo el mundo”, dijo la médica. Y agregó: “Estas llamadas telefónicas se convirtieron en una forma invaluable para contactar a las personas atrapadas en casa que pueden necesitar asesoramiento y servicios médicos”. Durante estas llamadas, Fezzeh y su equipo hablan con pacientes que tienen síntomas similares a los de COVID, antes de controlar a aquellos que dieron positivo para el virus pero que no están lo suficientemente enfermos como para ser hospitalizados. Antes de regresar a casa, el equipo habla con otras familias sobre las precauciones de salud e higiene para limitar la transmisión.

Médica afgana ayuda a las personas refugiadas a luchar contra la COVID-19

“En Irán, la gente está cansada del coronavirus y, desafortunadamente, no hay suficientes personas que mantengan las precauciones de salud y el distanciamiento social. Pero todos los que llamamos, especialmente en la comunidad afgana, escuchan nuestro consejo porque viene de la Dra. Hosseini”, dijo Ameneh, de 30 años, una partera iraní que trabaja en el equipo de Fezzeh.

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Dejar todo atrás. Fezzeh llegó a Irán como una bebé de un mes después de que sus padres huyeran del conflicto en la provincia Sar-e Pol, al norte de Afganistán. Dejar todo atrás no fue una decisión fácil para ellos, pero esperaban que en Irán, sus hijos pudieran crecer seguros y tener un futuro mejor. “Mi madre diría que la educación es más importante que la comida y la ropa”, recordó Fezzeh. Los niños refugiados en Irán pueden asistir a escuelas públicas y seguir el mismo plan de estudios nacional que los iraníes. Alentada por su madre, Fezzeh completó con éxito su educación y, a los 19 años, aprobó los exámenes de admisión para ingresar a la escuela de medicina. Pero en la universidad, tuvo que superar los prejuicios y las barreras socioeconómicas que disuaden a muchos refugiados de recibir educación superior. “Las expectativas que tenía para mí eran tan bajas que solo quería ser partera. Pero mi profesora me convenció de que podía hacer cualquier cosa que me propusiera”, relató ella.

Fezzeh se graduó con gran éxito. Aun así, al ser refugiada, su futuro como doctora estaba lejos de ser seguro. Si bien los refugiados en Irán pueden acceder a trabajos en un número creciente de sectores, todavía están excluidos de ciertas profesiones, incluida la medicina.

Sin una licencia médica, Fezzah fue voluntaria durante años en un hospital y organizó debates con la comunidad afgana para hablar sobre higiene, nutrición y dieta. “Estaba feliz de poder hacer la diferencia en la vida de los afganos en Irán, pero sabía que podía hacer mucho más”, expresó. Finalmente, en 2016, su trabajo ejemplar fue reconocido por el Gobierno de Irán y excepcionalmente se le dio un permiso para practicar medicina. Se convirtió en la primera y única médica refugiada en la provincia de Esfahan, hogar de unos cinco millones de habitantes, incluidos unos 100.000 refugiados.

“A veces, mis pacientes afganos se sorprenden cuando descubren que yo también soy de Afganistán”, cuenta Hosseini.

“A veces, mis pacientes afganos se sorprenden cuando descubren que yo también soy de Afganistán. Es como si hubieran olvidado que ellos también pueden tener éxito”, contó la médica. Hoy, Fezzeh supervisa media docena de personal médico en el centro de salud Razi, construido con el apoyo del ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. Todos los meses, los médicos y enfermeros del centro tratan a casi 10.000 pacientes iraníes y afganos. Desde el brote de COVID-19, han estado examinando, testeando y tratando a los pacientes para detectar el virus y derivando casos más graves a hospitales provinciales.

La situación del coronavirus en Irán. Desde que se informó el primer caso confirmado de coronavirus en Irán en febrero, se ha extendido a las 31 provincias del país, afectando tanto a los refugiados como a las comunidades de acogida. El ACNUR ha enviado artículos médicos y de higiene muy necesarios para apoyar los esfuerzos del Gobierno para combatir el virus. Los refugiados también han contribuido cosiendo máscaras y trajes para los trabajadores de la salud y ayudando a distribuir ayuda a los miembros más pobres de sus comunidades.

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En Irán, los refugiados tienen acceso a atención primaria de salud gratuita y han podido obtener las mismas pruebas y tratamientos relacionados con COVID que los ciudadanos iraníes. Si bien no corren mayor riesgo de contraer el virus que los locales, han sido particularmente afectados por las reverberaciones económicas de la pandemia, y muchos han perdido sus medios de vida.

«Lo que más me enorgullece es que la gente me ve como alguien que puede ayudarlos, no solo como una refugiada”, expresa la médica.

Además de su incansable trabajo en el centro de salud y los turnos adicionales para los que es voluntaria en las clínicas emergentes de COVID-19, Fezzeh organiza llamadas grupales regulares con mujeres y niñas afganas en su comunidad para compartir información sobre prácticas de higiene y salud y brindar atención a quienes sienten los impactos indirectos de la COVID-19.

“Siendo afgana como mis pacientes, sienten que pueden abrirse conmigo ya que compartimos la misma cultura y experiencias”, opinó la médica. Y cerró: «Pero lo que más me enorgullece es que la gente me ve como alguien que puede ayudarlos, no solo como una refugiada”.

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