En 2016, estando en su oficina en Abuja, Nigeria, Edafe Okporo recibió el mensaje de texto de un amigo con el enlace a un artículo que anunciaba que Edafe había obtenido un reconocimiento, de una organización sin fines de lucro con sede en Estados Unidos, por su defensa de los hombres homosexuales. La noticia fue una sorpresa – y una sentencia de muerte.
Como hombre gay en Nigeria, Edafe ya había sobrevivido a numerosos ataques y actos de discriminación: una multitud enojada una vez lo golpeó gritando “¡Gay! ¡Gay! ¡Gay!” Se había mudado varias veces por todo el país. Con esta nueva publicidad, ya no pudo mantener un bajo perfil. Lo sabía: era solo cuestión de tiempo antes de que alguien lo entregara a la policía, como lo exigía la ley, o algo peor.
“Lo que debía haber sido un momento de orgullo rápidamente se volvió sombrío”, escribe en su libro autobiográfico, Asylum (Simon & Schuster 2022). “Este único momento deslumbrante puso fin a mi vida en Nigeria. Tenía que huir, cuanto más lejos, mejor”.
Edafe recibió asilo en Estados Unidos, pero solo después de pasar más de cinco meses en un centro de detención de migrantes, encerrado con otras personas que, como él, esperaban comenzar de nuevo en América. Dormían sobre planchas de concreto, rara vez veían la luz del sol y, cuando estaban enfermos, tenían suerte si podían ver a un médico.
«Lo que debía haber sido un momento de orgullo rápidamente se volvió sombrío”
Ahora, Edafe vive en Nueva York con su pareja, con quien planea casarse este verano. Ha ganado más premios, incluido uno por su trabajo como director de un centro de acogida, RDJ Refugee Shelter, para personas en busca de asilo. Recientemente fundó una organización sin fines de lucro, Refugee America, para ayudar a otras personas LGBTIQ+ refugiadas. Y se ha convertido en un solicitado escritor y orador sobre las experiencias de las personas LGBTIQ+ refugiadas.
Edafe se sentó con ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, para hablar acerca de su nuevo libro autobiográfico, sobre cómo EE. UU. y otros países pueden recibir personas refugiadas y por qué este mes, el Mes del Orgullo en EE. UU., se siente como una celebración de su viaje personal.
Entrevista a Edafe Okporo
La entrevista a continuación ha sido editada por su extensión y por claridad.
En la última parte de tu libro, le pides a las personas que piensen en el tipo de país en el que quieren estar. Has dicho que esa pregunta te motiva en tu trabajo.
Sí, creo que esa es la pregunta más importante. Estados Unidos ha sido un país de acogida, no solo para personas refugiadas, sino para millones de personas que tienen un sueño y una meta: encontrar una vida para sí mismos. Es solo que, en este momento, la polarización [política] en Estados Unidos nos dificulta ser humanos y empáticos. Creo que estos son los Estados Unidos en los que quiero vivir, solo que con más empatía. Estados Unidos sigue siendo uno de los mejores lugares a donde ir como persona desplazada. Es multidimensional, es muy diverso. No hay [otro] lugar en la tierra al que podría haber venido hace cinco años y al cabo de cinco años obtener una maestría, estar comprometido para casarme y tener un techo sobre mi cabeza. Estados Unidos me presentó la oportunidad de construir una vida. Y estos son los Estados Unidos que quiero. Simplemente dejemos que nuestras historias [de personas desplazadas] se agreguen a esa narrativa estadounidense.
Las personas quieren que estés en la extrema derecha o en la extrema izquierda [del espectro político]. Si no estás polarizado, no obtienes la audiencia de los estadounidenses porque la gente quiere escuchar a quien se adhiere a sus opiniones. El país en el que quiero estar es el país que tiene un término medio para que se escuchen las voces de derecha e izquierda.
Entonces, ¿cómo te posicionas como escritor y activista, e incluso como persona, como alguien que vive aquí? En un país donde no existe ese camino intermedio, ¿cómo lo forjas?
Pienso en esa pregunta todo el tiempo. ¿Me polarizaré más, con tal de que se escuche mi voz? Y me digo a mí mismo que si todos se recorren hacia la derecha o hacia la izquierda, porque quieren que su voz sea escuchada, el medio se vuelve más y más delgado y casi invisible. Prefiero no ser escuchado, y estar en medio del camino, a agregar polarización a la ecuación.
Yo no ataco a ningún individuo. Me mantengo al margen de eso. Llegué durante la administración de [Barack] Obama, luego obtuve asilo bajo la administración de [Donald] Trump. Y al escribir mi libro, dejé en claro que tanto los presidentes demócratas como republicanos han impactado drásticamente la vida de las personas refugiadas. Como escritor y activista, mi esperanza es que, algún día, pueda vivir en un mundo en el que, por haber hecho yo parte del trabajo, las personas que vendrán después de mí tengan una voz y no tengan que luchar para que sus voces sean escuchadas. Un activista no solo está luchando para cambiar el sistema, está luchando para que las personas sean parte del cambio del sistema. No quiero enemistarme con nadie. Quiero dejarle buena voluntad a las personas.
«Quiero dejarle buena voluntad a las personas”
Una de las cosas de las que hablas es de asegurarte de que nadie más tenga que pasar por [la detención]. Pero, ¿sientes que Estados Unidos se está acercando a ello? ¿Hay algún avance?
Sí. Creo que estamos progresando mucho. Así que, cuando vine a Estados Unidos, vivimos el mayor encarcelamiento masivo de personas migrantes. Incluso hoy, seguimos teniendo el encarcelamiento masivo de personas migrantes más grande del mundo. Pero el estado de California ha dictaminado poner fin al uso de prisiones privadas en la detención de migrantes, para eliminarlo gradualmente para 2028. Donde estuve detenido, Nueva Jersey, acordaron eliminar gradualmente el uso de prisiones privadas. Hay un movimiento para acabar con el uso de prisiones privadas.
Cuando era niño, soñaba con Estados Unidos: todo [golpea el puño para enfatizar] el tiempo.
La selección de fútbol de Nigeria conquistó el oro en los Juegos Olímpicos de 1996 en Atlanta [Georgia, EE. UU.]. El pueblo [nigeriano] tenía la bandera estadounidense en sus salas de estar. La gente respeta y adora a los Estados Unidos. Pero venir aquí y ver que este país, que yo pensaba que era como el cielo, trataba a la gente así fue realmente devastador. [Para las] personas que vienen aquí, en busca de protección, es simplemente injusto.
¿Has hablado con tu mamá sobre tu detención? Cuando estabas escribiendo el libro, no lo habías hecho.
No puedo. Tengo miedo. Creo que esta es la experiencia que viven muchas personas refugiadas y desplazadas, que tengamos que mantenerlo en secreto en casa. Si le dijera [a mi mamá] que estuve en un centro de detención que era como una cárcel, me diría: “¿Qué crimen cometiste? ¡¿Estás bien?!” Se alarmaría. Así que trato de protegerla de mi trauma en los Estados Unidos.
En tu libro hablas de las pequeñas cosas que hacían las personas que te hacían sentir bienvenido. Mencionaste la sonrisa de tu abogado. ¿Cuáles son algunas de las pequeñas cosas que la gente puede hacer para que las personas se sientan bienvenidas?
Creo que las pequeñas cosas tuvieron más impacto que las grandes. Una de las cosas que más impacto tuvo en mi estadía en Estados Unidos ocurrió con Sally, la trabajadora social. Cuando salí del centro de detención, me quedaba en YMCA en Newark [Nueva Jersey]. Ella tiene auto. Yo no sé conducir. No sé cómo tomar el tren. Pasó por mí y me llevó a la oficina del Seguro Social para tramitar mi [número de] Seguro Social porque no podía hacer nada sin [él]. Ella pudo haberme dejado [ahí]. Sé cómo deletrear. Sé escribir en inglés. Podría haberlo hecho yo mismo. Ella se sentó conmigo durante dos horas. Ya sabes, estábamos hablando y pasando de una fila a la otra. Y me dijo: ‘Sé que Estados Unidos puede ser muy difícil para los nuevos migrantes’. Y dije: ¡me encanta todo lo que estoy viendo ahora mismo! Acabo de salir, después de cinco meses en el centro de detención. ¡Sí quiero esperar en la fila! Pero, ya sabes, al final del día, solo estaba pensando en eso. Ella tenía muchas cosas que hacer, pero quería que yo sintiera que tenía a alguien ahí.
«Alguien me dio un sofá para dormir. Alguien me dio una computadora portátil para solicitar trabajo. Alguien me preparó para mi primera entrevista de trabajo.. ayudándome paso a paso para llegar a donde estoy ahora”
Entonces, ¿cuáles son tus esperanzas para este libro? ¿Qué imaginas que sucederá a continuación?
[El libro] es un manifiesto, pero, antes de que llegues al manifiesto, es una autobiografía. Quiero que la gente conozca la vida de quienes vienen a buscar protección a Estados Unidos. Que no es solo la persecución lo que determina quiénes somos. También es la familia que dejamos atrás, la comida que dejamos atrás, la cultura que dejamos atrás para venir a este país a construir una vida para nosotros mismos.
Podría escribir una hermosa historia y dejarlo ahí. Pero escribí [para que] cada cuestión que analizo, digas ‘Guau, ¿qué acción puedo tomar en este tema en particular?’ Esa es la esperanza que tenía al escribir el libro.
«Quiero que las personas conozcan la vida de quienes vienen aquí en busca de protección… que no es solo la persecución lo que determina quiénes somos”
¿Qué fue lo más difícil de escribir el libro?
Cuando estaba editando el libro, me di cuenta de todo lo que he pasado para llegar aquí y cómo nunca me celebro a mí mismo. De lo único que hablo es de mi dolor. Lloraba de felicidad por haber pasado por esas cosas sin que me derrumbaran. Muchas personas que conozco han pasado por una cuarta parte de lo que yo he pasado y nunca han podido recuperarse. Así que me inundó la emoción. Dejé a mi familia siendo muy joven para empezar mi vida. Fui golpeado por una multitud. Estuve en un centro de detención. Vine aquí [y fui víctima de] racismo. ¿Cuánto puede aguantar una persona? Pero, aun así, fui capaz de construir una vida.
Si tuvieras que hacerlo de nuevo, ¿huirías de Nigeria y vendrías a los EE. UU.?
No hay otro lugar en la tierra en el que prefiera estar que en los Estados Unidos de América. Así de simple, aunque están sucediendo cosas que son difíciles de manejar para nosotros. Pero, en los Estados Unidos, hay una apariencia de progreso todos los días. Así que volvería a los Estados Unidos sin dudarlo, porque amo a los Estados Unidos.
Junio es el mes del orgullo [LGBTIQ+]. El 19 de junio es “Juneteenth” [la festividad que conmemora la emancipación de los esclavos africanos en América], el 20 de junio es el Día Mundial del Refugiado. ¿Podría haber una ocasión en la que se festeje a una persona tanto como me están festejando ahora mismo en Estados Unidos [risa profunda]? Es porque los estadounidenses progresan todos los días. Y creo que podemos hacer que el cambio suceda. Solo tenemos que hacer el trabajo necesario.