Con 30 años, Okba Aziza sentía que todo en su vida había tomado forma. Trabajaba como profesor de inglés en la universidad; disfrutaba de pasar tiempo con sus papás; y se divertía en la playa y las montañas con su numeroso grupo de amigos. Pero la guerra en Siria lo cambió todo. Su Latakia natal, una localidad acunada por el mar Mediterráneo, y que hasta ese entonces dormía tranquila, se despertó de un cimbronazo al ver afectada su economía, el trabajo de sus habitantes, pero sobre todo su paz. La llamada obligatoria a ser parte del ejército se hizo efectiva para los ciudadanos. Okba no se imaginaba frente a un campo de batalla. La única arma que había cargado en su vida era la de la educación, y no quería que fuera de otra manera. Ahí, el profesor tuvo que enfrentar uno de los momentos más difíciles que jamás había imaginado: Verse obligado a dejar su hogar y su familia. Con el dolor de ser forzado a huir de su tierra, empezó a tramitar a contra reloj una salida segura. A través de una conocida, se enteró del “Programa Siria”, implementado por el Gobierno argentino con la colaboración de ACNUR (la Agencia de la ONU para los Refugiados), y OIM; el aporte financiero de la Unión Europea; y el “Mecanismo de Apoyo Conjunto para Países de Reasentamiento Emergentes”.

«Fue muy difícil dejar a la familia. Dejar todo: Mi trabajo; mi casa; mis amigos; mi vida. Mi papá estaba triste, pero igual pensaba que era mejor estar en un lugar más seguro. Mejor que estar a su lado, pero en peligro”, expresa conmovido el joven.

Hasta ese entonces, para el joven sirio, la Argentina era una mezcla de imágenes fragmentadas por libros de Ricardo Piglia y cuentos de Borges que había leído alguna vez. Aunque también tenía un buen recuerdo del país de cuando era chico gracias a “Marco, de los Apeninos a los Andes”, un dibujito animado. En ese programa infantil, el protagonista, un niño italiano de 13 años llamado Marco, emprendía un complicado viaje hacia la Argentina para buscar a su mamá, que había emigrado dos años antes para trabajar y darles una mejor vida a sus hijos.»> Se trataba de una historia de la inmigración italiana.

En mayo del 2017, Okba se embarcó hacia América del Sur sin saber una gota de español, pero con la idea de que, como Marco, iba a ese lugar donde “los sueños se pueden realizar”, como él mismo cuenta. “Fue muy difícil dejar a la familia. Dejar todo: Mi trabajo; mi casa; mis amigos; mi vida. Y no es fácil empezar de nuevo a la edad de 30. Mi papá estaba triste, pero igual pensaba que era mejor estar en un lugar más seguro, para tener una nueva vida y tranquila. Mejor que estar a su lado, pero en peligro”, expresa conmovido el joven.

Primera parte de la entrevista a Okba Aziza.

En el país. Una de las cosas que más lo sorprendieron a Okba de la Argentina, fue lo rápido que consiguió hacerse amigos. “Más o menos en cinco meses empecé a tener amigos. Empecé a hablar con la gente, que siempre me recibe con los corazones abiertos, más que con los brazos abiertos. Para mí es algo muy especial de acá. Y me siento como que soy argentino. No es un tema de papel, de DNI. Es algo que sentís”, dice el joven, que cuenta que en Siria también se toma mate y se comen alfajores.

Segunda parte de la entrevista a Okba Aziza.

Actualmente, Okba trabaja como profesor de inglés para empresas y en una escuela del Gran Buenos Aires, en donde por primera vez tuvo que enseñarles a chicos. “Les digo que mi nombre Okba es como ‘Okey Buenos Aires’, porque es un nombre raro, y así pueden relacionarlo con algo para hacerlo fácil de recordar”, relata entre risas el profesor, que se llevó una gran sorpresa con sus alumnos y sus familias, ya que lo integraron a sus vidas: “Siempre me invitan a un asado, y no como el docente de sus hijos, sino como una persona que está acá, y es parte de la cultura abierta que tiene Argentina”. Esta apertura que menciona Okba es la que también lo lleva a reflexionar sobre el imaginario colectivo del concepto de las personas refugiadas y su realidad, algo que para muchos puede resultar lejano, a pesar de que el país tiene una historia marcada por la inmigración y la llegada de refugiados: “La persona refugiada no eligió su situación. Es una obligación para sobrevivir. Para mí es como un estado de estudiar. Porque la persona refugiada no nació como refugiada. Pero por algunas situaciones difíciles tuvo que pasar por ese capítulo de su vida. Y necesita otra oportunidad como cualquier persona en el mundo. Nadie quiere dejar su vida y su país. Yo llegué y necesitaba sólo una oportunidad, y estoy en una forma de intercambio. Argentina me da y yo comparto mi experiencia, mi pasión. Y los refugiados, generalmente todos tienen la intención de hacerlo”, opina el joven.

Ver más: De Homs a Salta: la esperanza de un nuevo comienzo en Argentina

Cuando se le pregunta al profesor qué le diría a su “yo” del pasado, responde: “Me digo: ‘Sufrió’. Pero siempre hay que empezar de nuevo, porque siempre la vida tiene algo nuevo en la mañana. Y ‘qué suerte que tuviste, Okba, para estar en Argentina’.

Con ACNUR podés ayudar a los refugiados a construir su futuro