El Día Mundial del Refugiado honramos a los millones de personas en el mundo que han sido forzadas a huir a causa de persecuciones y otras formas de violencia. Celebramos su admirable fortaleza y capacidad de renovación, incluso con los abrumadores desafíos que enfrentan.
El panorama rara vez es tan sombrío como lo es donde estoy ahora: en Jamjang, Sudán del Sur. En los últimos meses, casi 70.000 personas han cruzado la frontera desde Sudán: huyen de la devastadora guerra que ha destruido sus hogares y que le ha arrebatado la vida a sus seres queridos. En realidad, les ha arrebatado todo. Algunas personas huyeron de este país, Sudán del Sur, para escapar de la guerra civil. Ahora, han sido forzadas a regresar a un lugar que no ha logrado recuperarse de los enfrentamientos ni de la hambruna que lo aquejaron por años. Otras personas provienen de Sudán; se trata de profesionales de la educación y de la medicina, así como granjeros y comerciantes, que ahora viven como personas refugiadas.
Los refugiados no llegan únicamente a la frontera de los países ricos. De hecho, tres cuartos de las personas refugiadas en el mundo viven en países de renta media o baja; en otras palabras, es falso – incluso irresponsable – aseverar que la mayoría está tratando de llegar a Europa o a Estados Unidos.
Como muestra, consideremos la tragedia que está teniendo lugar en Sudán: son los países vecinos – Chad, Egipto, Etiopía y Sudán del Sur – los que han brindado protección a quienes huyen de los horrores en Sudán.
Estos países demuestran que es posible mostrar solidaridad aun en circunstancias poco favorables. Los felicito por ello, pero no pueden asumir toda la responsabilidad. En un momento de fragmentación y convulsión, las personas refugiadas y las comunidades de acogida necesitan que trabajemos de manera conjunta y coordinada.
Vivimos en un mundo en el que los conflictos se agravan. Pareciera que la voluntad política para acabar con ellos es prácticamente inexistente. Además, si bien las crisis se multiplican, el derecho a solicitar asilo corre peligro. Todo se complejiza con el cambio climático, que está provocando devastadores estragos, incluso aquí, un sitio en el que se espera que intensas inundaciones inunden pueblos y tierras de cultivo, lo cual se suma a las dificultades que enfrenta Sudán del Sur.
Aun así, son muchos los motivos para no perder la esperanza. En este día se celebran también los avances. Por ejemplo, con un novedoso plan de desarrollo en Kenia, los antiguos campamentos de refugiados se convertirán en asentamientos en los que las personas refugiadas tendrán más oportunidades de progresar y de acceder a diversos servicios. En Colombia, ACNUR apoya un sistema gubernamental con el que casi 2,3 millones de personas de Venezuela se incorporarán al mercado laboral. En Ucrania, ACNUR se ha involucrado en el desarrollo de una plataforma que apoya en la reparación o reconstrucción de las casas de personas que cautelosamente están retornando.
Este enfoque a largo plazo resulta esencial, pues consiste en acciones sostenibles en materia educativa, energética, laboral, de vivienda y de seguridad alimentaria, entre otras cuestiones; también implica colaboración con los Estados, socios para el desarrollo y otros agentes. No se trata de dejar a las personas refugiadas en un limbo, sino de darles la oportunidad de echar manos de sus talentos y habilidades para que puedan retribuir a las comunidades que les han dado acogida.
Asimismo, son necesarias las vías regulares y seguras para que las personas refugiadas puedan establecerse en otros países, sea por medio de visas laborales, becas o reasentamiento en terceros países. De no contar con estas opciones, la desesperación por avivar la esperanza y encontrar oportunidades llevará a un creciente número de personas a recurrir a los traficantes.
Las inversiones son necesarias en este contexto. Ha menguado la financiación internacional para ayudar a quienes huyen de la guerra en Sudán, o bien para facilitar que las autoridades locales y las comunidades de acogida amplíen la infraestructura, los asentamientos y los servicios. Además, muchas otras crisis – en distintas partes del mundo – están siendo ignoradas.
En lo individual y en lo colectivo podemos hacer mucho más – en el Día Mundial del Refugiado y el resto del año – para mostrar aún más solidaridad a las personas refugiadas y para construir un mundo que las acoja o que les permita volver a casa en paz. La valentía, el compromiso y la compasión son la vía para llegar a las soluciones.