En un pequeño salón de clases con vista al Mediterráneo, las y los jóvenes refugiados sirios aprenden matemáticas en computadoras portátiles. Están haciendo sus primeros pasos hacia la educación formal. Hace unos meses, la mayoría de ellos pasaban sus días en las calles de la capital libanesa, Beirut, intentando ganarse la vida. Uno de los alumnos, Fahed, tenía solo 10 años cuando comenzó a trabajar en una tienda de verduras para ayudar a su madre a llegar a fin de mes. Realizó turnos de 10 horas por solo 3 dólares al día (unos 169 pesos, aproximadamente).

Originario de Alepo, huyó al Líbano con su familia en 2015, durante la brutal batalla por el control de la segunda ciudad más importante de Siria.

«Mi empleador solía pegarme», recordó Fahed. «Si no podía cargar algo, me golpeaba y me decía que debía hacerlo», reveló el pequeño.

A principios de este año, sin embargo, Fahed se inscribió en un centro de aprendizaje dirigido por la ONG Borderless en el barrio de Ouzai de Beirut, y desde entonces ha dejado de trabajar. «Es muy agradable acá. Aprendo, estudio y me río con mis amigos”, agregó. Todos los días, desde las 8 de la mañana hasta el mediodía, aprende árabe, inglés y matemáticas.

«Lo que hacemos es traerlos acá, brindarles una educación básica, intentar mejorar sus niveles de educación, y finalmente enviarlos a las escuelas formales», explicó Lina Attar Ajami, cofundadora del Centro Borderless, originaria ella misma de Damasco. Lina fundó el centro con una amiga libanesa, Randa Ajami. Ellas comparten no solo el mismo apellido, sino también muchos valores. Como madres de hijos e hijas ya adultos, saben la importancia de la educación para las y los jóvenes«La educación es una salvación para todos nosotros, pero especialmente, en el momento adecuado, para los jóvenes«, opinó Lina.

Ubicado en un barrio desfavorecido en los suburbios de la ciudad, el centro comunitario ofrece clases básicas de alfabetización y aritmética para más de 150 niñas y niños sirios. Las clases representan una ruta hacia la educación formal, que brindan a niñas y niños refugiados el aprendizaje básico que les hace falta para ingresar a programas de equiparación administrados por el Gobierno. «La mayoría de ellos [no] ha ido a la escuela antes debido a su situación», expresó Samah Hamseh, quien enseña inglés en el centro comunitario. “Vienen para tener la oportunidad de ir a la escuela. Quieren salir de las condiciones en que viven», añadió.

Medidas para los más chicos

Líbano alberga a más de 935.000 refugiados sirios registrados, lo que, en un país de poco más de seis millones de personas, representa la mayor concentración de población refugiada en proporción a la población nacional del mundo. Más de la mitad de las niñas y niños refugiados sirios en el país no asisten a la educación formal, a pesar de que las autoridades libanesas han organizado turnos especiales para los estudiantes sirios en las escuelas estatales. Muchos niños y niñas también han perdido años de escolaridad y tienen dificultad en alcanzar los niveles educativos mínimos requeridos para matricularse. Para remediar esto, el Ministerio de Educación libanés ha publicado un marco para la educación no formal que está diseñado para darles a los que han estado fuera del aula durante al menos dos años la oportunidad de ingresar a las escuelas públicas. Esto se logra a través de programas de educación acelerada, destinados a ayudar a las niñas y los niños que no van a la escuela, a ponerse al día con el plan de estudios. Dado que los programas de educación acelerada requieren un nivel mínimo de aprendizaje, los programas de los centros comunitarios que ofrecen clases básicas de alfabetización y aritmética, como el centro Borderless en Beirut, desempeñan un papel fundamental en el proceso.

En los últimos dos años, más de 90 niñas y niños del centro se matricularon en escuelas públicas. Pero incluso en los casos en los que las niñas y los niños no logran inscribirse, debido a la falta de plazas o fondos, el programa aún proporciona importantes beneficios, dijo Vanan Mandjikian, oficial asistente de educación de la oficina de terreno de Mount Lebanon del ACNUR. Y cerró: «Este programa es esencial para el futuro… porque la alfabetización básica es algo muy importante para cada niña y niño».

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